domingo, 10 de julio de 2011

Porqué no soy anarquista: Crítica al anarcocapitalismo.

Es claro que me refiero al único anarquismo que puede respetarse en el campo de la lógica y la coherencia con la realidad: el anarcocapitalismo.

Diría que la semilla anarcocapitalista está compuesta por la pregunta: ¿Porqué los bomberos son sólo del gobierno? Detrás de tal pregunta, redactada con infantil simpleza, se esconde la intuición de que todo, o casi todo en este sistema, funciona de una manera profundamente equivocada. Puede ser comparada con la píldora roja que Neo decidió tomar tras la propuesta de Morfeo y después de la cual no pudo ver a "Matrix" con los mismos ojos.

Al cuestionar el hecho que los bomberos sean "sólo" del gobierno, se siembra desconfianza en el resto de monopolios de la misma índole: agua, luz, teléfono..., luego, seguridad social, educación, policía, moneda, y finalmente, justicia. Poco a poco, combinando conocimientos económicos y mirando hacia la historia, se puede ir derribando los paradigmas que nos llevan a otorgar "monopolios" al gobierno en diferentes ámbitos.
Descubre uno que la energía eléctrica puede ser distribuida por compañías privadas, que la educación sí puede surgir en barrios extremadamente pobres, que el dinero no debería estar en manos de un "banco central", que todo lo público y lo social tienen un costo, y, sobre todo, que el control y la planeación central conducen al autoritarismo.
No después de mucho se encuentra uno debatiendo temas que antes fueran tangenciales, nimios y hasta ridículos. ¿Cómo serían las veredas si no existiera un gobierno?, ¿La contaminación de los ríos?, ¿registro sanitario?, ¿carreteras?, ¿parques?, ¿museos?... y, sin previo aviso, nos damos cuenta que nos acercamos al anarquismo (la creencia de que una sociedad sin Estado es una sociedad ideal).
Muchos llegan hasta este punto sin las tantas consideraciones de orden técnico ni las numerosas lecturas históricas en búsqueda de los ejemplos que sustentan el hecho de que el capitalismo laissez faire es lo mejor para la sociedad. Basta con cuestionar la creencia (casi un axioma en del siglo XX) de que lo que es “bueno” es aquello que es mejor para la “sociedad”. Argumentan a favor del capitalismo en el campo moral, entienden la superior importancia de la “libertad” sobre la “igualdad”, la vaciedad detrás de las palabras “bien común” y el humanismo que esconde el libre mercado.
Al final, nos encontramos con la total seguridad de que una sociedad libre, con una justicia basada en los derechos naturales y el respeto al individuo seria el lugar perfecto para vivir. Muchos libertarios deciden abogar por el anarcocapitalismo pues éste parece ser la coherente aplicación de los supuestos “laissez faire”. Sin embargo, creo que se equivocan cuando se trata de “la ley”.
Aquí no me refiero a la aplicación de la ley, pues no me queda duda de que la competencia entre empresas de arbitraje daría mejores resultados que el monopolio de jueces que representa La Función Judicial del Estado. Apunto a la ley sobre la cual trabajarían las empresas de arbitraje.
La respuesta anarcocapitalista para la “producción” de la ley suele apoyarse en que, como si se tratara de vender tomates, al someter a la “ley” a competencia, la mejor ley ganará por la naturaleza inherente al libre mercado. Sin embargo la diferencia crucial entre la producción de cualquier bien y la producción de la “ley” es que la ley es el campo de juego, el conjunto de reglas sobre las cuales se asienta la producción del resto de bienes. Es un parámetro único, un producto clave para la sociedad.
No cabe duda que un sistema de ley privada es posible, la historia nos da varios ejemplos. Se suele citar a la Islandia Medieval[1], al “Wild West” norteamericano en el siglo XIX[2], al régimen de leyes utilizado por mercaderes medievales[3], al periodo conocido como “La Convivencia” en el que tres sistemas legales diferentes (cristianos, judíos y musulmanes) interactuaban en base a soluciones ex-ante que se asemejaban a “pasaportes”[4] e incluso al peculiar orden desarrollado por los piratas del siglo XVIII[5].
La verdadera pregunta es si un sistema de leyes cien por ciento privado es deseable.
Ahora, lo que ocurre en el mercado con la producción de tomates, también ocurriría con la producción de la ley: el producto que mejor responde a las exigencias del consumidor es el que triunfa. La clave está en que no hay ninguna razón por la cual una ley basada en derechos naturales y respeto al individuo “ganaría” si es sometida a competencia en un libre mercado. La suposición de que el mercado favorecería a la protección de la propiedad es demasiado ilusa.
Los derechos negativos, sobre los cuales se asienta la defensa de la propiedad y el engranaje capitalista, justamente no “ganarían” en un sistema de leyes privado. Tendrían que existir una demanda de derechos negativos y un repudio la violación de la propiedad que no está presente en la sociedad.
La producción de helados de sabores responde a las preferencias de la sociedad en cuanto a gustos, el paladar de la gente es el último juez en este ejemplo; en cuanto a la ley, es la moral la que da forma al cuerpo legal. Indiferentemente de si se utiliza un sistema de Common Law o de Constitución, son las preferencias morales, la visión de las masas de lo que es “bueno” la que, en un principio, forja la justicia.
En un orden anarco-capitalista, la empresa de leyes que “ofrezca” un cuerpo legal basado puramente en derechos negativos quebraría, por egoísta y despiadado. Mientras la humanidad sostenga la moral altruista, de sacrificio y de bien común; no se puede decir que el anarco-capitalismo es plausible. Los sistemas de justicia “solidarios” e “igualitarios” crecerían y tomarían fuerza, nada impediría que surjan gobiernos y estados que usen como estandarte a la imagen del Che.
“Liberar” la producción de la ley equivaldría a democratizarla, y, como todo lo que se somete a decisión democrática, se hundiría en un mar de imágenes políticas en el que poco importa lo correcto. Someter a la ley a competencia sólo ocasionaría que la ley más “pop”, si cabe el término, gane en el mercado.


Además:
Es totalmente falsa la suposición de que aquellos que quisiesen un cuerpo legal correcto, es decir, en pos de la defensa de la propiedad y del individuo con derechos negativos serían “libres” de elegir otro lugar donde vivir. Hay dos razones para esto, la primera, y la más lógica, es que estamos psicológicamente atados al lugar en que vivimos.
La segunda es que me parece poco probable que un sistema de justicia basado en derechos negativos tome fuerza. Creo que el ser humano es inherentemente compasivo con sus prójimos, lamentablemente ignorante cuando se trata de masas y tristemente manipulable en temas de política (la justicia siempre será política). Estoy consciente de que escribir que el ser humano es “inherentemente” compasivo[6] es una naturalización atrevida, sin embargo, la sostengo.
Algunos anarco capitalistas, entre ellos John Hasnas en “The Myth of the Rule of Law”, señalan que cualquier imposición de un sistema legal, aún si es correcto (derecho negativo), es indeseable, para él, la gente debería poder comprar cualquier “servicio legal”. Me gustaría preguntarle (exagerando a propósito): ¿Qué impediría que un sistema marxista-leninista vuelva a darse?
Por último, se suele decir que un sistema de justicia basado en contratos sería necesariamente negativo, pues “nadie firmaría un contrato en el que se acepte que le quiten una parte del ingreso para dárselo a los desempleados”, y si alguien lo firma, ésta sería una donación voluntaria. Éste parece ser un argumento muy sólido, mi respuesta es que justamente se daría lo contrario: la gente sí estaría dispuesta a dar una porción de sus ingresos en nombre del “bien común” y, una vez establecido el sistema, no habría forma de evadir el “contrato social”. 
Olvidan muchos anarcocapitalistas que el ser humano es un ser político y actúa históricamente en masas.Entre los recovecos de la historia no es posible encontrar una sociedad libre o casi-libre que, con el pasar de las generaciones, no haya dado fruto a un Estado. Incluso si una sociedad libre (anarcocapitalista) logra convencer a todos sus habitantes de los beneficios de sus sistema y de los peligros del Estado, esta sociedad es inherentemente inestable: no hay como "heredar" las ideas y es posible que las siguientes generaciones de esa misma sociedad demanden un Estado.

El minarquismo se vuelve ineludible, la ley escrita en pos de una justicia basada en derechos naturales negativos como un candado. No creo recomendable el dejar decidir a las masas qué “sabor de helado” es el mejor cuando se trata de justicia, de las reglas del juego.

[1] David Friedman: “Private Creation and Enforcement of Law: A Historical Case”
[2] Terry Anderson and P.J Hill: “The not so Wild, Wild, West”
[3] Edward Stringham: “Anarchy and the Law”
[4] Daniel J. Smith: “Heterogeneity and Exchange: La Convivencia”
[5] Peter Leeson: “The Invisible Hook”
[6] Me refiero a un nivel mínimo, pero siempre presente, de preocupación por el prójimo.

miércoles, 6 de julio de 2011

Cadazero

El socialismo causó la muerte de más de 120 millones de personas en el siglo XX. ¡Démole otra oportunidad!.