jueves, 23 de agosto de 2012

¿Por qué el anarcocapitalismo?



Porque ha crecido en mí la merecida desconfianza del proceso político. Cada palabra es una cortina de humo, cada acción debe ser medida y recubierta de falsedades. No existe nada verdadero en la política, la acción firme escasea, toda meta es oblicua, toda condición es negociable, toda teoría es pisoteada por la visión nublada de la masa pública. Y la palabra social es la más prostituta de todas.

Porque resulta ingenuo pensar en "estados mínimos" y planes de control seudocientíficos: el aparato político se expande cual desierto, erosionándolo todo. Es la política el opio de los científicos sociales. Se esfuerzan por adornarla con joyas institucionales, el candado, la representación, las fallas de mercado, la votación.. y así dibujan un mundo que cabe sólo en sus escritorios y en sus tertulias tan desencantadas como moderadas. No hay cómo controlar la expansión del desierto, es inútil pedirle frutos o esperar que llueva. 

Porque los bomberos no tienen por qué ser un monopolio del Estado. El costo de las carreteras fuera el verdadero si no se las financiara con robos impositivos ni pistolas expropiadoras. ¡Que importa si las ciudades tuvieran menos museos de joyas del rey o si un letrero de Coca Cola colgara de la Torre Eiffel!, no habría parásitos alimentándose del Fondo de Cultura ni burócratas hablando sin saber. La educación quizás no fuera cuartelizada y tan soberanamente desconectada. La salud mucho más barata y la generosidad despolitizada. Es el Estado el que al imponer la caridad destruye lo que una sociedad libre hubiera tejido. 





Porque la ley antecede al Estado, es la sociedad en su devenir la que la siembra. Porque la legislación es la arrogancia de unos pocos que se han aprovechado de la muerte de Dios y de la democratización de los días y las noches. Quizás los arrogantes no lo sepan, pero la sociedad fuera más rica y pacífica si no escribieran una sola línea. Los filósofos que ciegos! al no ver que la cárcel la dibuja el positivismo jurídico (Si tan sólo Marx hubiera ido a la guerra), la constitución es una carta a Papa Noel y la asamblea tentaculiza la sociedad hasta sus esquinas más remotas. Sin Estado, la ley no tuviera que implorar respeto ni controlar quien entra o sale de su tierra.



Porque el hombre que se mimetiza no es un héroe y la sociedad que mimetiza al hombre es perversa. Así, el Estado cual jardinero poda sus bonsais al estilo más social y el hombre pierde sus ramas. Es incluso incapaz de imaginar cómo dormir sin el manual oficial del Ministerio del Sueño, que pesadilla. 

¿Igualdad o libertad?. Por suerte el peor de todos los ideales, la igualdad, es lejano e imposible. Queda el respeto por un ideal un tanto poético pero sincero, humano y verdadero. Libertad.