Este artículo llega parcialmente
repensando un tema sobre el cuál escribí hace ya algún tiempo y que plasmé en
el texto “Crítica al anarcocapitalismo”. La crítica topa tangencialmente un
tema que creo que no se ha tratado con suficiente profundidad. Obviamente no
pienso poder darle en una entrada de blog la profundidad que se merece.
El anarcocapitalismo se ha
esforzado por vincular dos eslabones que en el fondo no pertenecen a la misma
cadena: los derechos naturales y la ausencia de Estado. No es objetivo aquí
discutir sobre el iusnaturalismo y su validez, sino describir la brecha que
separa al anarquismo del iusnaturalismo. Para esto hay que darse el lujo de
ausentarse totalmente de este mundo por unos minutos, imaginar una sociedad
anarquista (capitalista) y meditar cómo sería la producción de la ley.
Para acortar el texto, iré “directo
al grano”: No hay razón alguna para que la ley en una sociedad anarquista sea
iusnaturalista, libertaria o racional. La ley reflejaría los parámetros morales
del pueblo. Las famosas “empresas aseguradoras” o “compañías de arbitraje” de
las cuales hablan Friedman y Hoppe, entre otros, no tendrían razón alguna para ofrecer
una ley libertaria a un pueblo no-libertario. No digo que vayan a ofrecer una
ley socialista, pero tampoco creo que por arte de magia y buena fe ofrecerían
una ley iusnaturalista.
El ejemplo más claro puede ser el
de la banca y el eterno dilema acerca de la reserva fraccionaria: ¿qué
mecanismo en una sociedad ancap llevaría a que la banca tenga reservas del
100%? La reserva fraccionaria bien podría darse en una sociedad anarquista. Sin
embargo, el anarcocapitalismo suele vanagloriarse de la reserva 100% (con
algunas excepciones) como si fuera uno de sus prerrequisitos o uno de sus
frutos. En verdad, es probable que un sistema de leyes privadas ampare la
reserva fraccionaria, por razones técnicas económicas, de conveniencia o
culturales. Lo que se está haciendo cuando se defiende un sistema de reserva
del 100% no es defender el anarquismo o la ausencia de Estado, es defender el
iusnaturalismo o el libertarianismo de derechos naturales. Es clave que el
anarcocapitalismo entienda esta diferencia.
De igual manera, una sociedad
ancap podría abrigar tanto castigos restitutivos como punitivos para el delito
de “robo”. Una pueblo sanguinario se subscribiría a una oferta de ley que corte
la mano a los ladrones, por exagerar, y cuelgue las manos en la plaza de la
ciudad. Se daría competencia y probablemente se llegaría a un consenso entre
compañías de arbitraje sobre cuáles robos merecen cortar una mano, cuáles un
dedo, etc. Sin embargo, el libertarianismo suele llevar como estandarte el
castigo restitutivo para el caso de robo. De nuevo, ésta no es una defensa del
anarcocapitalismo en sí, sino del racionalismo y de cierta sobriedad cultural.
Así, sería posible continuar
señalando los factores anti-libertarios (o polémicamente libertarios) que bien
podrían surgir en una sociedad anarcocapitalista, entre otros: propiedad
comunitaria, prohibición de drogas, propiedad intelectual de branding y
patentes, millares de regulaciones (pregúntense si en una sociedad
anarcocapitalista la gente sería capaz de caminar desnuda por la calle) y hasta
bonos de pobreza. En fin, un sistema de competencia de leyes privadas solamente
respondería a la demanda de leyes existente en la sociedad.
Abogar por el anarcocapitalismo
es muy diferente, mucho “más ambiguo”, pongámoslo así, que abogar por los
derechos naturales o el racionalismo. El libertarianismo debe asimilar que no
se trata de eslabones directamente conectados. Por ilustrarlo de otra manera:
el libertarianismo lleva al anarcocapitalismo pero el anarcocapitalismo no
lleva al libertarianismo; los derechos naturales llevan al anarcocapitalismo
pero el anarcocapitalismo no lleva a los derechos naturales. En fin la ausencia
de Estado no garantiza la ausencia de tantos factores que el libertarianismo
señala como indeseables.
Puede que en una sociedad ancap
se dé la esclavitud por contrato, puede que no (1), “dependerá” de la cultura,
lo que se está disputando en el debate no es la hipotética idea de cómo
funcionaría una sociedad libre sino la corona de lo “natural”. Éste es el
verdadero núcleo del presente artículo. Su consecuencia es clave: un gran
porcentaje de los debates entre libertarios no se tratan sobre la ausencia de
Estado y de una sociedad anarquista, se tratan de luchas intelectuales sobre
términos de la cultura. Pro-aborto y pro-choice es un buen ejemplo, el tema no
es cuál de las partes es menos estatista, es cuál de las partes se presenta más
racional o más iusnaturalista (cuál respeta con más claridad los supuestos
derechos inalienables que plantea el iusnaturalismo), el anarquismo es en
verdad una línea horizontal en la que se pueden asentar las dos posiciones sin
problema.
Si el anarcocapitalismo, como
movimiento, entendiera esto, se daría cuenta que el libertarianismo no es sino
una propuesta cultural. Un conglomerado de parámetros morales y nada más, el
racionalismo es igualmente una apuesta por cierto humano dentro del humano. El
anarquismo se vuelve demasiado extenso como para defenderlo en toda su amplitud
y la discusión justamente debe volcarse al terreno pantanoso de la filosofía si
quiere existir honestamente. ¿Por qué no debe existir reserva fraccionaria?,
¿Por qué el castigo por robo debe ser restitutivo?, ¿Porqué no puede existir
propiedad comunitaria de monumentos naturales? La respuesta en el fondo no es
anti-estatista (ni económica) sino moral.
Dentro de los tantos “anarcocapitalismos” que podrían surgir de la cultura, al que me subscribo es al anarcocapitalismo racional con diversos tintes de individualismo, si cabe la expresión.