El pensador anarco-capitalista Hans Herman Hoppe, en una
corta conferencia de cuarenta minutos, nos habla de su visión sobre la
democracia. Lo polémico de sus ideas invita a leer su libro “Democracy: the God that Failed”.
Hoppe parte del objetivo liberal de defensa de la propiedad
privada como paradigma indóneo de organización social. De ahí, pone en
duda la clásica concepción de la democracia como un “avance” hacia el
liberalismo, contrastándolo continuamente con la monarquía.
Un corto resumen introductorio:
El concepto liberal de una ley universal, en la medida que
aplique de igual manera a todos, era continuamente violado por el rey pues éste
poseía derechos por sobre la ley. El rey podría entenderse entonces como un
monopolista, único dueño y señor de su territorio. Sus privilegios eran
básicamente el control monopolístico de la protección y de la jurisdicción sobre
su reino. Además, poseía el derecho único de cobrar impuestos a un pueblo que entendía como suyo. Hoppe señala que, desde éste punto de vista, no hay distinción entre democracia y monarquía, pues
en los dos sistemas albergan una actitud monopolística.
Los grandes problemas de un control monopolístico de la seguridad son
evidentes. Un monopolio enfrenta el interés de cualquier otra
institución: maximizar el gasto en protección (ingresos provenientes de
impuestos obligatorios) y minimizar la real producción de protección (el
costo), “the more one can spend and the less one have to produce, the
better one will be”. Igualmente, un monopolio sobre el poder judicial conlleva
a una degradación del sistema judicial. Además, si no se puede reclamar
justicia sino a través del gobierno, la justicia será deformada a favor del mismo gobierno.
En un régimen democrático, dejan de existir las personas
privilegiadas (en términos de que no existe rey fijo), sino que la entrada es
supuestamente abierta para todos (cualquiera puede ser elegido presidente o
primer ministro). Esto no significa un cambio a favor del liberalismo, como
suele entenderse. En la democracia existen las “funciones” privilegiadas. Sin
embargo, en la democracia, la persona o movimiento político que se encuentra en
posición temporal de uso monopolístico del gobierno enfrenta diferentes
incentivos que un rey. No es un dueño del país que gobierna en un largo plazo,
su visión, por naturaleza misma de la democracia, tenderá enfocarse en el corto
plazo. No es de sorprenderse entonces que bajo la democracia, el nivel de
impuestos, el nivel de deuda estatal y la cantidad de políticas inflacionarias
han aumentado mucho más que en el histórico pasado monárquico.
Las anteriores son algunas de las ideas presentadas por
Hoppe en su conferencia en el Ludwing von Mises Institute, espero haber despertado interés suficiente para que
den click en éste link, y la escuchen completa. (pueden conseguir el podcast para escucharlo en un ipod, la conferencia está al final de la lista).
Algo más sobre la democracia de lo que no habla Hoppe:
En un régimen democrático, el candidato elegido públicamente
enfrenta la necesidad de ofrecer al pueblo beneficios, le es imprescindible
apoyarse en promesas. El pueblo, las masas, en su insaciable sed de beneficios,
pide al candidato “nuevas” ayudas, más intervenciones, mayor protagonismo (un
legislador que se abstenga de legislar suele ser poco popular) y más
participación (democracia: gobierno del pueblo para el pueblo). En el fondo, la
democracia ubica a los candidatos en una situación de “quién da más”. La
consecuencia es visible: el gobierno aumenta de tamaño.
Es más fácil que triunfe un candidato que
esté dispuesto a gastar más en educación en relación con lo que esta previamente establecido, puede ofrecer crear una nueva universidad de
educación superior o facilitar préstamos y becas para estudiantes. Un candidato
que no prometa gastar “más” en educación, por ejemplo, suele ser visto como inactivo, tibio, poco útil.
Por último, encontrar un candidato que ofrezca eliminar el ministerio de
educación es una tarea más difícil que hallar una gaviota en Bolivia.
Añado lo siguiente:
Una bonanza económica, desatada por el
descubrimiento de yacimientos de petróleo, por ejemplo, puede ser una verdadera
amenaza para el país: Los candidatos, el presidente o el caudillo de turno
cuentan con un sustancial aumento en su presupuesto. Surge una oportunidad de
dejar la mismísima democracia a un lado y construir un gueto, como en Cuba (la “bonanza”
sería en este caso los fondos soviéticos que subsidiaron a Castro); se presenta
el riesgo de que el país se convierta en un campo de batalla, como en Sierra
Leona (diamantes); o, si la bonanza le cae a un líder carismático de lengua
larga, puede optar por lo que está de moda: montar un circo, como en Venezuela
(petróleo).
Una idea más sobre la democracia:
El ideario del pueblo sobre “gobierno” cambia. El gobierno
deja de ser “ellos” y pasa a ser “todos”, pues el pueblo mismo es el elector. El
momento de encontrar un culpable por la desgracia del país, el dedo acusador le
“rebota” al mismo pueblo, pues éste lo eligió. El candidato puede resguardarse
detrás de la entelequia que es la “representatividad”.
Aún cuando se logra señalar a un presidente o ministro y acusarlo efectivamente,
éste puede nombrar a su predecesor (tan sólo cuatro o cinco años anterior a él)
y acusarlo de haber sido la raíz del problema.
Un monarca, después de veinte años en el poder, no puede, ni
señalar al pueblo y apelar a la representatividad, ni usar a su padre como
chivo expiatorio.
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