sábado, 22 de diciembre de 2012

La Urna y la Locura


La Urna espera pacientemente a que llegue el papel doblado, como una caricia.



El hombre aprieta el puño, guarda el papel en la caja que por un instante es suya y respira. Al deslizarse el voto por el agujero la suerte del mundo se cuelga de sus hombros y lo arrastra a los rincones más pobres e injustos. Tan mal están las cosas. Y la guerra y la miseria pesan sobre sus párpados, cerrándolos hasta que el respiro termina y el aire exhalado deja la placentera sensación de ciudadanía.

Los granitos de arena se acumulan en las urnas y en las bocas, las televisiones y las radios. Cada cual con la conciencia limpia y una mezcla de poder y libertad merodeando en el estómago.

Los que llegaron a salvar el mundo y apretaron con fuerza el bolígrafo desearon que alguien los estuviera filmando mientras concretaban su hazaña.

Los que entraron con la seguridad de que el mundo está perdido pero aún así depositaron su alma en el papel en ese instante en que se perdió en el agujero, fueron mártires también en ese instante.

La libertad, el poder y la conciencia limpia, las manos en los bolsillos.

El candidato y su esposa cuidan sus palabras y saludan. Llegan las banderas y los pitos, la caravana continúa y derrama sus colores en los parques.

Luego, los expertos y las estadísticas auguran cielo o infierno. O quizás el mismo purgatorio que se posó en los párpados del votante y que ésta vez se frivoliza en porcentajes. La decisión del pueblo con sus granitos de arena afectará la oferta de fondos prestables, la vida del nieto del presidente y el precio del jabón con el que se limpia el culo. Pero los números de seis dígitos lo congelan todo y lo camuflan: Hay un otro que vive lejos. Un culpable anónimo cuyo nombre es "gente ignorante" o "colega revolucionario con visión y futuro".

Y la ausencia o la anonomia le permite al hombre que frunció el ceño frente a La Urna levantar una copa para brindar en nombre del cielo, del infierno, o del mismo purgatorio que se viene por cuatro años más.

Es un circo, un reality, un espectáculo de magia.

lunes, 29 de octubre de 2012

Corto. Lógica e Historia

Opción A:


Cuántas lógicas hay?
*Una


Cuántas teorías correctas sobre un mismo tema pueden haber? 
*Una

Cuántas interpretaciones correctas de la Historia pueden darse?
*Una

Cuántas Historias existen?
*Solo existe una Historia, la que es interpretada con la teoría correcta. 

Conclusión A: El ser humano puede conocer y aprender de la Historia puesto que es capaz de someterla a debate, descartar teorías erróneas y juzgarla. 




Opción B:

Cuántas lógicas hay?
*Varias. 

Cuántas realidades hay?
*Varias, cada uno tiene la suya. 

Cuántas teorías correctas sobre un mismo tema pueden haber?
*Consecuentemente varias, y a la vez, ninguna. 

Cuántas interpretaciones correctas de la Historia pueden darse? 
*Varias y ninguna, la Historia es relativa a quien la interpreta. 

Cuántas Historias existen?
*Varias y a la vez, la Historia no existe.

Conclusión B: No existe herramienta con la que el ser humano puede analizar la Historia, no es posible emitir juicios sobre la Historia ni descartar teorías erróneas sobre ella. No se puede aprender nada de ella y tan solo se puede sospechar sin seguridad alguna que cierta teoría es correcta o falsa. Las teorías sociales son entonces algo similar a óleos intuitivos dibujados sin relación con la realidad, que en verdad no existe. 

***Lo anterior es una defensa del racionalismo. Todo científico social que se respete debe partir del racionalismo epistemológico o aceptar de antemano que no sabe si sabe lo que sabe, o no?***


Nota: Para una explicación más hard-core filosóficamente hablando, leer Capítulos 9 y 10 de La Ética y la Economía de la Propiedad Privada de Hans Herman Hoppe, y todo el libro Teoría e Historia de Ludwing von Mises.



sábado, 20 de octubre de 2012

Racismo o Libertarianismo.




En un artículo anterior, Los Rostros del Libertarianismo, describí la crucial distancia que separa al Anti-Estatismo del Principio de No Agresión o el conocido iusnaturalismo. La conclusión general del artículo puede plantearse en la siguiente frase (siendo injusto frente el resto de su contenido): La no agresión o el respeto por los derechos “naturales” conllevan al anti-estatismo y el anarcocapitalismo, pero el anti-estatismo y el anarcocapitalismo no conllevan a la aplicación de derechos “naturales”. Esto significa que una sociedad sin Estado puede presentar varios rostros. 

Ahora, siguiendo la misma línea de pensamiento, nos queda plantearnos la pregunta de ¿qué rostros de la sociedad son más aptos para la libertad, qué parámetros morales sirven de apoyo al libertarianismo? ¿Qué tipo de sociedad podría sobrevivir a flote sin parir un Estado o frenar parcialmente su crecimiento? Habrá cientos de consideraciones morales que pudieran ser incluidas en este análisis, desde términos de pobreza hasta creencias religiosas. Negar que existe un rango de parámetros morales aptos para sostener la libertad por un tiempo prolongado es cegarse frente a las raíces culturales de la política, de las leyes y de la acción de las masas. 



No quiero ser tajante en este sentido, no creo que hay solamente una moral que encaja con la libertad, escribo “rango parámetros morales” porque creo que la libertad puede germinar en distintas condiciones. Sin embargo, no me cabe duda que la sociedad libre ideal, la sociedad capaz de sostener la libertad en el tiempo y albergar una tierra infértil para el crecimiento del Estado es una sociedad libre de racismo. 

¿Es útil conocer el funcionamiento de la economía para no defender ridiculeces en el campo de la ética? Sin duda lo es. Un ejemplo de la ignorancia económica infectando la ética es la clásica frase “los ricos necesitan de la existencia de pobres para ser ricos”, una simple clase de economía en la que se ilustre cómo la producción de riqueza no se asemeja a un pastel (en el que los ricos se comen la mayor parte y dejan las sobras) sino a un proceso en que la riqueza justamente se produce, evitaría este tipo de creencias. Ahora, ¿no podría decirse lo mismo de la ignorancia o indiferencia por el campo de la política?

El racismo puede tener sus raíces en la cultura de una sociedad, sus expresiones se pueden dar en el día a día de las escuelas, colegios, universidades y oficinas; en los parques y en los bares. La raza oprimida siente la segregación incrustada hasta en el lenguaje. El racismo no necesita del Estado para sobrevivir, de cierto modo éste permite su institucionalización y su radicalización; pero en teoría podrían existir sociedades sin Estado con una buena dosis de racismo. La libertad llega equivocadamente hasta la sólida línea de la propiedad privada, aunque es correcto que llegue hasta ese punto en cuanto a legalidad se refiere, debe avanzar más en el campo de la moral y eliminar la opresión y segregación racial. 

La fórmula es simple, ya se ha escrito bastante sobre el tema. Los grupos sociales oprimidos, en este caso la raza oprimida, regresan a ver al Estado como escape y solución a su problema. El Estado, por su parte, encuentra en la opresión racial un nicho de acción y una justificación para existir. Por cuestiones culturales o de barómetro socialdemócrata-fascista, el Estado puede apoyarse en la corriente “discriminación positiva-programas educacionales”; en la corriente de “opresión institucionalizada-control fronterizo” o en una mezcla de las dos. Aquí lo que importa no es la acción estatal en sí, sino la metamorfosis del Estado en un símbolo de “justicia social” o de “protección xenofóbica”. En una época en la cual flota en el aire la culpa por colonialismos pasados y la igualdad como ideal, lo común es encontrar al Estado encarnando la inconmensurable “justicia social”. Mientras existan grupos raciales oprimidos, el Estado estará asociado con ese rol. El racismo permite al Estado tomar una posición dominante en una sociedad, e ideológicamente hablando, favorecería la aparición de un Estado en una sociedad temporalmente libre. 

Entonces, regresando a lo que le corresponde a la filosofía, ¿Es la ética Rothbardiana de propiedad privada la línea en la cual el libertarianismo debe detenerse y darse por saciado? Quizás Rothbard no opinaba esto, pero se me ocurre que éste ha sido el resultado. Suele pasar que la corriente libertaria “mainstream” hoy en día señala como suficiente la defensa de la propiedad privada, y hasta ahí llega el debate. La superficialidad de éste tipo de juicios puede ilustrarse con la clásica defensa del derecho de admisión en una sociedad libre: En una sociedad libre cada uno tiene el derecho a admitir en su propiedad a el tipo de persona que desee, la discriminación racial es amparada completamente por el derecho natural del dueño sobre su local. ¿Hasta ahí llega el análisis? El debate suele reducirse a cuestiones de si se debe o no se debe anunciar las restricciones de admisión en la entrada del lugar, o a si el libre mercado empujaría hacia la no discriminación. Y así continúan las conversaciones libertarias incapaces de penetrar más allá de la de la defensa de los derechos de propiedad. 

Pero, al igual que sin conocimientos de economía se puede defender ridiculeces éticas, el no atender a consideraciones políticas ha llevado a muchos libertarios a no escudriñar lo suficiente las consecuencias del racismo. Como ya expliqué arriba, tal vez no con la profundidad que amerita el tema, el racismo es profundamente anti-libertario por fertilizar el crecimiento del Estado. En verdad, la moral libertaria debe condenar el racismo por cuestiones de lógica, cualquier defensa de “derechos de admisión” o de xenofobia privada son alucinaciones iusnaturalistas (1) y no merecen ser etiquetadas como una propuesta ética acabada. Dirán que la legalidad es lo que compete a los derechos de propiedad y que claro que los derechos naturales no son toda la ética, pero, de nuevo, ¿si no son toda la ética, cuál de los rostros del libertarianismo es menos libertario? El racismo sin duda es profundamente incompatible con el libertarianismo, aunque el Principio de No Agresión lo pueda albergar. 



1. Invito a los lectores a leer otro artículo sobre este tema.


jueves, 4 de octubre de 2012

Boetie. Párrafo para libertarios.



Revisando un libro de Hoppe, me encontré con la siguiente cita de E. de la Boetie. No pudo evitar compratirla:

"Siempre quedan algunos mejor nacidos que otros que sienten el peso del yugo y no pueden abstenerse de sacudirlo; no se acostumbran jamás a la sujeción, y jamás saben desprenderse de sus naturales privilegios ni dejan de acordarse de su predecesores, ni de su primer ser, lo mismo que Ulises, el cual por mar y por tierra buscaba el humo de su casa. Esto son, desde luego, los que teniendo el entendimiento claro y el espíritu clarividente, no se contentan como el pueblo bajo en mirar lo que está delante de sus pies, ni miran atrás ni adelante, ni consideran pues, las cosas pasadas para juzgar las del porvenir, ni para medir las presentes son los que teniendo su cabeza bien hecha y habiéndola pulido por el estudio y el saber, aún cuando la libertad estuviera enteramente perdida y totalmente fuera del mundo, ellos imaginándola y sintiéndola en su espíritu y saboreándola aún, consideran que la servidumbre no es nunca digna de su aprecio, por bien que se la adorne."


martes, 11 de septiembre de 2012

Los Rostros del Anarcocapitalismo.


Este artículo llega parcialmente repensando un tema sobre el cuál escribí hace ya algún tiempo y que plasmé en el texto “Crítica al anarcocapitalismo”. La crítica topa tangencialmente un tema que creo que no se ha tratado con suficiente profundidad. Obviamente no pienso poder darle en una entrada de blog la profundidad que se merece.
El anarcocapitalismo se ha esforzado por vincular dos eslabones que en el fondo no pertenecen a la misma cadena: los derechos naturales y la ausencia de Estado. No es objetivo aquí discutir sobre el iusnaturalismo y su validez, sino describir la brecha que separa al anarquismo del iusnaturalismo. Para esto hay que darse el lujo de ausentarse totalmente de este mundo por unos minutos, imaginar una sociedad anarquista (capitalista) y meditar cómo sería la producción de la ley.



Para acortar el texto, iré “directo al grano”: No hay razón alguna para que la ley en una sociedad anarquista sea iusnaturalista, libertaria o racional. La ley reflejaría los parámetros morales del pueblo. Las famosas “empresas aseguradoras” o “compañías de arbitraje” de las cuales hablan Friedman y Hoppe, entre otros, no tendrían razón alguna para ofrecer una ley libertaria a un pueblo no-libertario. No digo que vayan a ofrecer una ley socialista, pero tampoco creo que por arte de magia y buena fe ofrecerían una ley iusnaturalista.

El ejemplo más claro puede ser el de la banca y el eterno dilema acerca de la reserva fraccionaria: ¿qué mecanismo en una sociedad ancap llevaría a que la banca tenga reservas del 100%? La reserva fraccionaria bien podría darse en una sociedad anarquista. Sin embargo, el anarcocapitalismo suele vanagloriarse de la reserva 100% (con algunas excepciones) como si fuera uno de sus prerrequisitos o uno de sus frutos. En verdad, es probable que un sistema de leyes privadas ampare la reserva fraccionaria, por razones técnicas económicas, de conveniencia o culturales. Lo que se está haciendo cuando se defiende un sistema de reserva del 100% no es defender el anarquismo o la ausencia de Estado, es defender el iusnaturalismo o el libertarianismo de derechos naturales. Es clave que el anarcocapitalismo entienda esta diferencia.

De igual manera, una sociedad ancap podría abrigar tanto castigos restitutivos como punitivos para el delito de “robo”. Una pueblo sanguinario se subscribiría a una oferta de ley que corte la mano a los ladrones, por exagerar, y cuelgue las manos en la plaza de la ciudad. Se daría competencia y probablemente se llegaría a un consenso entre compañías de arbitraje sobre cuáles robos merecen cortar una mano, cuáles un dedo, etc. Sin embargo, el libertarianismo suele llevar como estandarte el castigo restitutivo para el caso de robo. De nuevo, ésta no es una defensa del anarcocapitalismo en sí, sino del racionalismo y de cierta sobriedad cultural.

Así, sería posible continuar señalando los factores anti-libertarios (o polémicamente libertarios) que bien podrían surgir en una sociedad anarcocapitalista, entre otros: propiedad comunitaria, prohibición de drogas, propiedad intelectual de branding y patentes, millares de regulaciones (pregúntense si en una sociedad anarcocapitalista la gente sería capaz de caminar desnuda por la calle) y hasta bonos de pobreza. En fin, un sistema de competencia de leyes privadas solamente respondería a la demanda de leyes existente en la sociedad.

Abogar por el anarcocapitalismo es muy diferente, mucho “más ambiguo”, pongámoslo así, que abogar por los derechos naturales o el racionalismo. El libertarianismo debe asimilar que no se trata de eslabones directamente conectados. Por ilustrarlo de otra manera: el libertarianismo lleva al anarcocapitalismo pero el anarcocapitalismo no lleva al libertarianismo; los derechos naturales llevan al anarcocapitalismo pero el anarcocapitalismo no lleva a los derechos naturales. En fin la ausencia de Estado no garantiza la ausencia de tantos factores que el libertarianismo señala como indeseables.

Puede que en una sociedad ancap se dé la esclavitud por contrato, puede que no (1), “dependerá” de la cultura, lo que se está disputando en el debate no es la hipotética idea de cómo funcionaría una sociedad libre sino la corona de lo “natural”. Éste es el verdadero núcleo del presente artículo. Su consecuencia es clave: un gran porcentaje de los debates entre libertarios no se tratan sobre la ausencia de Estado y de una sociedad anarquista, se tratan de luchas intelectuales sobre términos de la cultura. Pro-aborto y pro-choice es un buen ejemplo, el tema no es cuál de las partes es menos estatista, es cuál de las partes se presenta más racional o más iusnaturalista (cuál respeta con más claridad los supuestos derechos inalienables que plantea el iusnaturalismo), el anarquismo es en verdad una línea horizontal en la que se pueden asentar las dos posiciones sin problema.
Si el anarcocapitalismo, como movimiento, entendiera esto, se daría cuenta que el libertarianismo no es sino una propuesta cultural. Un conglomerado de parámetros morales y nada más, el racionalismo es igualmente una apuesta por cierto humano dentro del humano. El anarquismo se vuelve demasiado extenso como para defenderlo en toda su amplitud y la discusión justamente debe volcarse al terreno pantanoso de la filosofía si quiere existir honestamente. ¿Por qué no debe existir reserva fraccionaria?, ¿Por qué el castigo por robo debe ser restitutivo?, ¿Porqué no puede existir propiedad comunitaria de monumentos naturales? La respuesta en el fondo no es anti-estatista (ni económica) sino moral.





Dentro de los tantos “anarcocapitalismos” que podrían surgir de la cultura, al que me subscribo es al anarcocapitalismo racional con diversos tintes de individualismo, si cabe la expresión.




 1)  Referencia a Walter Block.

jueves, 23 de agosto de 2012

¿Por qué el anarcocapitalismo?



Porque ha crecido en mí la merecida desconfianza del proceso político. Cada palabra es una cortina de humo, cada acción debe ser medida y recubierta de falsedades. No existe nada verdadero en la política, la acción firme escasea, toda meta es oblicua, toda condición es negociable, toda teoría es pisoteada por la visión nublada de la masa pública. Y la palabra social es la más prostituta de todas.

Porque resulta ingenuo pensar en "estados mínimos" y planes de control seudocientíficos: el aparato político se expande cual desierto, erosionándolo todo. Es la política el opio de los científicos sociales. Se esfuerzan por adornarla con joyas institucionales, el candado, la representación, las fallas de mercado, la votación.. y así dibujan un mundo que cabe sólo en sus escritorios y en sus tertulias tan desencantadas como moderadas. No hay cómo controlar la expansión del desierto, es inútil pedirle frutos o esperar que llueva. 

Porque los bomberos no tienen por qué ser un monopolio del Estado. El costo de las carreteras fuera el verdadero si no se las financiara con robos impositivos ni pistolas expropiadoras. ¡Que importa si las ciudades tuvieran menos museos de joyas del rey o si un letrero de Coca Cola colgara de la Torre Eiffel!, no habría parásitos alimentándose del Fondo de Cultura ni burócratas hablando sin saber. La educación quizás no fuera cuartelizada y tan soberanamente desconectada. La salud mucho más barata y la generosidad despolitizada. Es el Estado el que al imponer la caridad destruye lo que una sociedad libre hubiera tejido. 





Porque la ley antecede al Estado, es la sociedad en su devenir la que la siembra. Porque la legislación es la arrogancia de unos pocos que se han aprovechado de la muerte de Dios y de la democratización de los días y las noches. Quizás los arrogantes no lo sepan, pero la sociedad fuera más rica y pacífica si no escribieran una sola línea. Los filósofos que ciegos! al no ver que la cárcel la dibuja el positivismo jurídico (Si tan sólo Marx hubiera ido a la guerra), la constitución es una carta a Papa Noel y la asamblea tentaculiza la sociedad hasta sus esquinas más remotas. Sin Estado, la ley no tuviera que implorar respeto ni controlar quien entra o sale de su tierra.



Porque el hombre que se mimetiza no es un héroe y la sociedad que mimetiza al hombre es perversa. Así, el Estado cual jardinero poda sus bonsais al estilo más social y el hombre pierde sus ramas. Es incluso incapaz de imaginar cómo dormir sin el manual oficial del Ministerio del Sueño, que pesadilla. 

¿Igualdad o libertad?. Por suerte el peor de todos los ideales, la igualdad, es lejano e imposible. Queda el respeto por un ideal un tanto poético pero sincero, humano y verdadero. Libertad.





lunes, 30 de julio de 2012

Pensamiento

La verdadera sociedad libertaria no llegará sino después de mucho tiempo, quizás en cuatrocientos o quinientos años: Cuando la democracia en todas sus expresiones termine de desmoronarse. 
Lo hará con ayuda de lo que hoy llamamos Internet y que será el mundo para ese entonces, y se apoyará sobre una moral totalmente despolitizada (en el sentido estatal de la palabra). 

El terror soviético en Hungría. Gulag


Durante mi viaje por Europa tuve la oportunidad de visitar el Museo del Terror en Budapest, en donde se relata el sufrimiento que el pueblo húngaro vivió durante el siglo veinte. Dentro del museo se podía encontrar boletines de información con un relato histórico de lo que se veía en las salas. Guardé lo boletines con el objetivo de traducirlos (del inglés) y postearlos poco a poco en el blog. Es ahora, que el socialismo se publicita en campañas como inocuo y pacífico, cuando debemos hacer énfasis en su verdadera historia.


Monumento Museo del Terror. Budapest

Gulag

La población prisionera húngara tuvo que enfrentar “limpieza étnica”, movilizaciones y trabajos forzados durante el siglo veinte bajo el régimen de la Unión Soviética.
Las llamadas “abducciones” de la población húngara llegaron en dos momentos. Después de ocupar la región, las fuerzas soviéticas pusieron a la población húngara bajo presión. El trabajo ofrecido resultó significar años de trabajos forzados. De acuerdo a los registros, aproximadamente 300 personas fueron tomadas de Hajduboszormeny, 600 de Balmazujvaros, 2000 de Nyregyhaza, 1500 de la región del río Tisza, 1000 de la zona húngara de Bodrogkoz y 5000 de la ciudad de Budapest.
La segunda ola de “abducciones” llegó después de una resolución del Comité de Defensa de la Unión Sovietica el 16 de Diciembre de 1944. La resolución que señalaba la “movilización” de alemanes físicamente capaces afectó a toda la sociedad húngara. Hay documentos que prueban que los soviéticos debían conseguir un número objetivo de prisioneros. Al comienzo, puesto que en la región no existían suficientes habitantes alemanes, se tomaron personas con apellidos que parecían alemanes. Finalmente, para llenar la cuota se apuntó incluso a adolescentes menores a 18 y a adultos mayores a 60 años. Se vieron deportaciones masivas en Sub-Carpathia, en Transilvania y en el este de Eslovaquia que entonces eran parte de Hungría. Las llamadas “abducciones” tomaban muy en cuenta el factor político: Los órganos de seguridad soviéticos removían a cualquiera que consideraban peligroso para el régimen. Es así como líderes políticos, ministros, miembros del parlamento, embajadores, oficiales de la armada, sacerdotes y profesores terminaron en prisiones soviéticas y campos de trabajo forzado. Raoul Wallenberg, el reconocido diplomático sueco que salvo la vida de miles de judíos fue capturado por la Unión Soviética durante las mencionadas abducciones. De acuerdo con documentos húngaros y soviéticos, entre 130 y 180 mil civiles fueron capturados y deportadas del área que hoy comprende Hungría.  Junto a los soldados, la mayoría de los cuales fueron tomados por la fuerza después del cese a hostilidades en Europa, alrededor de 600-700 mil húngaros terminaron cautivos.
La población húngara deportada era llevada a los centros de recepción, lugar en donde se les asignaba un campo temporal. Las condiciones de trabajo eran deplorables, muchos de los prisioneros morían en esta primera etapa. A los sobrevivientes se les llevaba a campos más alejados que formaban parte del enorme gulag soviético.
El sistema soviético de concentración y “campos de trabajo” fue organizado en 1919 con el objetivo de segregar, castigar y utilizar el trabajo de los enemigos del régimen. El término “Gulag” originalmente se refería a la administración central de los campos, sin embargo, su uso común señala cualquier campo de concentración soviético.
Muchos murieron con el pasar de las décadas en los campos del gulag. Hubo años en los que debido a la brutalidad de los guardias, a la cantidad de ejecuciones dictaminada por las autoridades soviéticas, a las condiciones inhumanas, a las 10-12 horas de exhaustivo trabajo, al hambre y al frío, el número de víctimas ascendía a más de un millón. Los prisioneros trabajaban en minas, carreteras, diques y otro tipo de construcciones sin adecuadas herramientas, vestimenta y alimentación. 

viernes, 27 de abril de 2012

El Discurso




Treinta ciudadanos del pueblo Lejano gritaban frente al Palacio, reclamaban el agua que se les había quitado. En el Palacio trabajaban miles de personas, sus innumerables salas y oficinas se extendían a lo largo de varias cuadras. Miles de ventanas miraban las carreteras que lo rodeaban. Frente a sus puertas caminaban oficinistas, mendigos, comerciantes y turistas. El Palacio parecía abarcar todo el centro de la ciudad. Era tan grande que los treinta ciudadanos que gritaban por el agua pasaron totalmente desapercibidos hasta que, al tercer día, un grupo de personas se les unió.  

No se les unieron burócratas, ellos viven en el interior del Palacio; tampoco se les unieron empresarios, puesto que tienen poco tiempo libre; fue un grupo de estudiantes y periodistas que caminaban por la calle. Vieron a los pobres hombres con sus pancartas en el aire, gritando con la furia que solamente puede sentir quien ha vivido una injusticia. A los treinta hombres se les había quitado el agua, sin previo aviso ni explicación alguna.

El nuevo grupo se sumó a la manifestación, llamaron a sus conocidos, tweetearon, bloggearon, redactaron en periódicos y hablaron en radios a favor de la causa. La siguiente semana, a las orillas del Palacio habían quinientas personas gritando, reclamaban que se devuelva el agua a los habitantes del pueblo Lejano.

Tras las ventanas del Palacio, el barullo comenzaba a molestar a los burócratas, quienes a pesar de haber elevado el volumen de la música, no podían concentrarse y continuar con sus papeleos e importantísimas funciones diarias. Todos concordaron con que la situación podía complicarse, era preciso reunir a los más altos funcionarios y esperar a que señalaran un curso de acción. Urge una respuesta a los manifestantes, un discurso quizás, sugirieron los burócratas. Los altos funcionarios, malhumorados, decidieron celebrar una reunión esa misma tarde, después del almuerzo en el restaurant, de las entrevistas y de la sesión de fotos, claro.

La reunión duró casi una hora. Cansados, los altos funcionarios, decidieron celebrar la decisión con una copita de champagne. Después, se acomodaron en los sillones, practicaron sus sonrisas y dejaron entrar a sus periodistas. Éstos mandaron a rocoger las copas y a distribuir vasos de agua en cada asiento. Comenzada la rueda de prensa, tuvieron la oportunidad de hablar de cómo el increíble Juan Quiroz había logrado una medalla de oro para el país y de la cuantiosa suma que el Palacio, siempre preocupado por el deporte, le había otorgado para que construya un gimnasio en su pueblo natal (uno de los funcionarios se sonrojó al ver la foto que le habían tomado junto al alcalducho del pueblo). Comentaron sobre las importantes alianzas internacionales y sobre el hermoso puente que acababan de inaugurar y que llevaría el nombre de uno de ellos. Después, tras un cambio de cámara y una breve pausa, reemplazaron las sonrisas por ceños fruncidos y rostros enervados, llenos de sangre. Había llegado el tiempo de las acusaciones. Blandieron sus dedos amenazadores, alzaron sus voces y en el nombre de la patria retaron a que se pruebe esto y aquello. Sintieron tristeza por la oposición, guiada por “los mismos corruptos de siempre”. Al final, tajantes, señalaron que el pueblo se merece la verdad, y se la contaron.

¡Corten! -dijo el director-, ¡perfecto!, ahora, como habíamos quedado, agarre el micrófono con la mano y vuelva a abrocharse el botón de la camisa, sí, cruce las piernas y hable con tranquilidad. El funcionario, feliz por haber contratado a un director tan experto, se dirigió a la cámara y comenzó a hablar sobre el problema del agua en este pueblo Lejano. En pocos minutos, señaló que no había tal falta de agua y que se trataba de un complot más en contra del Palacio. Se estaba orquestando un ataque corrupto que ponía en riesgo la seguridad ciudadana y que debía ser ignorado.
Por último, anunció que en la misma plaza en la que se hallaban los manifestantes, se llevaría a cabo un evento para conmemorar la muerte del revolucionario Ché Guevara. Habría artistas invitados, juegos y animadores. Además, los altos funcionarios del Palacio festejarían junto al pueblo y uno de ellos daría un discurso. Sería un día para recordar.

¡Perfecto!, ¡Excelente! - dijo el director, manden la cinta a edición y sáquenla al aire a las siete y media, anuncien el evento por las radios y envíenlo a la otra prensa.

El Palacio mandó a llamar a sus asistentes, un grupo de profesionales de alto nivel a los que se les pagaba cuantiosas sumas de dinero. El sociólogo, el politólogo y el experto en comunicación diseñaron el evento minuciosamente. Planearon cada detalle, desde la llegada en helicóptero de los funcionarios del Palacio hasta las obras de arte que se exhibirían ese día. El economista señaló que los fondos necesarios podían sacárselos sigilosamente a los empresarios mediante ciertos ajustes en el mercado de dinero. Añadió que éstos, siempre ocupados y en competencia, difícilmente se organizarían para dar frente a la artimaña. Finalmente, el abogado, un renombrado doctor en leyes, se ocupó de armar un caso en contra del líder del grupo de manifestantes del pueblo Lejano. La situación estaría bajo control.

Dos días después los habitantes del pueblo que se había quedado sin agua vieron cómo en el centro de la plaza empezaba a gestarse el evento. Al principio, se armó una gran tarima, instalaron las luces, hicieron pruebas de sonido y colocaron dos grandes pantallas. Después, llegaron los delegados del Ministerio de Cultura y comenzaron a colocar cuadros del Che por todos lados. Poco a poco, la plaza se lleno de gente que esperaba pacientemente a que llegaran los altos funcionarios y los artistas invitados. Entre la muchedumbre, habían magos, payasos y vendedores ambulantes; uno que otro famoso siempre acompañado de cámaras y reporteros; burócratas, que habían decidido tomarse un día de vacaciones; extranjeros, gente de provincia y turistas. La plaza se vestía de colores, como en un día de carnaval.

Indignados, los manifestantes alzaron sus pancartas y empezaron a gritar. Pero esto ya estaba previsto. Se dio la orden de que tocaran las bandas de pueblo y de que se iniciara el show de juegos pirotécnicos. El ruido del evento pronto opacó al que salía de las cansadas gargantas de los manifestantes, convirtiéndolo en un murmullo casi imperceptible.

La mayoría de los transeúntes no los regresó a ver, la prensa los ignoró, solamente unos pocos notaron la presencia de lo que se convirtió en un grupo al otro lado de la plaza que había aprovechado el evento para pedir alguna cosa.

Comenzaba a sentirse la “querida presencia” de Ernesto Guevara y el Palacio era más grande y majestuoso que nunca. Miles de personas habían llegado a la plaza, todos revolucionarios. Disfrutaban de los juegos ecológicos que el Ministerio del Ambiente pusiera en una de las esquinas; escuchaban la declamación de poetas elegidos por el Ministerio de Cultura y hacían filas para recibir los libros que repartía gratuitamente el Ministerio de Educación. Más allá,  otro ministerio había contratado a un grupo de mimos que repartían algodones de azúcar a los niños que aceptaban colocarse la boina del Ché. Por ésa esquina entraron algunos de los funcionarios del Palacio, rodeados de sus cámaras y de sus reporteros. Sonrientes y complacidísimos, anunciaron que el evento sería un éxito y agradecieron a los miles de ciudadanos que “amaban la patria” por haber hecho posible ésta “hermosa celebración”.

Una hora después, todos tuvieron que mirar hacia arriba puesto que entre las nubes llegaba un helicóptero pintado de los colores patrios. Las bocas abiertas de los abuelos y los dedos de los niños que señalaban al cielo fueron fotografiados para el periódico del día siguiente. Aterrizó en un círculo junto al escenario. La gente se amontonó para ver a los altos funcionarios, éstos, bondadosos, habían traído camisetas de regalo. Además, cada uno de ellos llevaba de la mano a un niño muy pobre que no conocía la capital, si no fuera por ésta especial celebración, probablemente no la hubiera conocido nunca. Los niños recibieron un algodón de azúcar de sus respectivos funcionarios y posaron frente a las cámaras junto a la bandera del Ché. El Palacio, magnánimo, regalaba al pueblo una tarde memorable.

***

Al otro lado de la plaza, los manifestantes poco a poco fueron disminuyendo en número, algunos encontraban escusas, otros sin reparos declaraban que iban a visitar la fiesta. De los quinientos quedaron quizás cincuenta. Desanimados, bajaron sus pancartas y guardaron silencio. Miraban al Palacio cuando uno de ellos, un estudiante seguramente (por su juventud y sus lentes) se paró frente a todos y en voz alta, exclamó: ¿Quién de ustedes morirá primero?

Los manifestantes lo miraron, sorprendidos. El estudiante no esperó a que le preguntasen a qué se refería y continuó:

- ¿Creyeron que el Palacio atendería a sus plegarias? ¿Se han sentado a meditar porqué tienen que pedirle agua, en primera instancia?
Los Palacios son, en este país y en cualquier lugar del mundo, un circo que funciona a base de ruido. Una vez que se establecen como el único engranaje con el derecho y la capacidad de cambiar algo en la sociedad, es necesario hacer ruido para mover sus piñones. Muchas veces “ruido” significa verter sangre en las calles, como los monjes que se inmolan en Burma, o los que mueren tras una huelga de hambre en Cuba. Otras veces es necesario unir las voces de varios miles de hombres y hacer suficiente “ruido”.
No les sorprenda entonces que los Palacios regalen caramelos y shows de magia, son consientes de su vulnerabilidad al “ruido” y les conviene un pueblo entretenido. La oferta varía según el público, claro está, en otros países puede que se utilice menos juegos pirotécnicos y más “Lets kill Osama”, pero en el fondo es siempre un circo. A nosotros nos ha tocado vivir el circo latinoamericano: un poco de tropicalismo, una buena dosis de anti-imperialismo, algo de indigenismo y una pizca de ecologismo. El resultado es lo que se puede ver al otro lado de la plaza.

- Por ahora, si quieren mover los piñones del Palacio y recibir el agua que se les ha quitado, necesitan hacer ruido. Sin embargo, ya que no son miles sus gargantas, deben derramar algo de sangre.

-Si lo hacen, les recomiendo que sea frente a las cámaras.

El estudiante se incorporó y se despidió alzando la mano. Imaginándose qué cuál hubiera sido la reacción de los manifestantes si efectivamente les hubiera dicho todo aquello, que ahora se desvanecía en la memoria de un delirio de furia, de esos que invaden la mente y luego se pierden dejando en su lugar una sonrisa. Se acomodó la boina y se puso su abrigo, pues había comenzado a llover. 




Por: Alejandro Veintimilla


martes, 24 de abril de 2012

Henry Hazlitt

“Todo el evangelio de Karl Marx puede resumirse en una frase: Odia a quien esté mejor que tú. Bajo ninguna circunstancia admitas que su éxito puede deberse a su propio esfuerzo, a la contribución productiva que ha hecho a la vida de otros. Atribuye siempre su éxito a la explotación, el fraude, o el robo más o menos abierto a otros. Nunca admitas que tu propio fracaso puede deberse a tu propia debilidad, o que el fracaso de cualquier otro puede deberse a sus propios defectos, como pereza, incompetencia, poca inteligencia, o falta de previsión.”

miércoles, 18 de abril de 2012

Resultados de la expoliación legal. Bastiat


Releyendo "La Ley" de Bastiat, no pude evitar el transcribir los siguientes párrafos y publicarlos en el blog: 

Resultados de la expoliación legal. 

No podía pues introducirse en la sociedad un cambio más grande y una mayor desgracia que ésta: la ley convertida en instrumento de expoliación.
¿Cuáles son las consecuencias de una perturbación semejante? Se necesitarían volúmenes para describirlas a todas. Contentémonos con indicar lo más sobresaliente.
La primera, es la de borrar en todas las conciencias la distinción entre lo justo y lo injusto.
Ninguna sociedad puede existir, si no impera en algún grado el respeto a las leyes; pero es el caso que lo que da más seguridad para que sean respetadas las leyes, es que sean respetables. Cuando la ley y la moral se encuentran en contradicción, el ciudadano se encuentra en la cruel disyuntiva de perder la noción de lo moral o perder el respeto a la ley, dos desgracias tan grandes una como la otra y entre las cuales es difícil elegir.
Hacer reinar la justicia está tan en la naturaleza de la ley, que la ley y la justicia, es todo uno en el espíritu de la gente. Todos tenemos una fuerte inclinación a considerar lo legal como legítimo, hasta tal punto que son muchos los que falsamente dan por sentado que toda justicia emana de la ley. Basta pues que la ley ordene y consagre la expoliación para que ésta parezca justa y sagrada para muchas conciencias. La esclavitud, la restricción, el monopolio, encuentran defensores no solamente entre los que de ello aprovechan, sino aún entre los que por ello sufren.



Resultados de la expoliación Legal. La Ley. Frederic Bastiat. Editorial Colección Libertad, USFQ. Quito, 2009.