martes, 18 de octubre de 2011

Juicio Moral

"Uno nunca debe dejar de emitir juicio moral, nada puede corromper y desintegrar a una cultura o al carácter de un hombre tan profundamente como el precepto de agnosticismo moral, la idea de que uno nunca debe emitir juicio moral sobre los demás. De que uno debe ser moralmente tolerante ante todo, que el bien consiste en no distinguir el bien del mal. Es obvio quién se beneficia y quién se perjudica con tal precepto.
No es justicia o igualdad en el trato lo que se les concede a lo hombres al abstenerse tanto de alabar sus virtudes como de condenar sus vicios. Cuando tu actitud imparcial declara, en efecto, que ni el bien ni el mal pueden esperar nada de ti, ¿a quién acabas traicionando y a quién acabas fortaleciendo? 
Pero el emitir un juicio moral es una enorme responsabilidad. Para juzgar uno debe poseer un carácter impecable; no es necesario ser omnisciente ni infalible, y no es cuestión de errores de conocimiento; lo que se necesita es una integridad intachable, es decir, no tolerar ninguna maldad consciente e intencionada. Así como un juez en un tribunal puede equivocarse cuando la evidencia no es concluyente, pero no puede evadir la evidencia disponible; así también cada persona racional debe mantener una integridad igualmente estricta y solemne en el tribunal de su propia mente. Donde la responsabilidad es aún más seria que un tribunal público, porque él, el juez, es el único que sabe cuándo ha cometido una traición. Hay, sin embargo, un tribunal de apelación para los juicios de uno mismo: la realidad objetiva. Un juez se pone a prueba cada vez que pronuncia un veredicto. Es solo el marco actual de cinismo amoral, de subjetivismo y vandalismo, que los hombres pueden creer que son libres de pronunciar cualquier tipo de veredicto irracional y no sufrir las consecuencias. Pero, de hecho, un hombre debe ser juzgado por los juicios que emite. Las cosas que él condena o exalta existen en la realidad objetiva y están abiertas a la evaluación independiente de otros. Es su propio carácter moral y sus principios lo que el individuo revela cuando culpa o alaba. (...) Es el miedo a esta responsabilidad lo que hace que la mayoría de la gente adopte una actitud de neutralidad moral indiscriminada. Es un miedo muy bien expresado en la máxima: "No juzgues y no serás juzgado". Pero ese precepto, de hecho, es una abdicación de responsabilidad moral: es un cheque en blanco moral que das a los demás a cambio de un cheque en blanco moral que esperas que te den a ti. No hay como escapar del hecho que los hombres tienen que tomar decisiones; mientras que los hombres tengan que tomar decisiones, no hay cómo escapar de los valores morales; mientras haya valores morales en juego, no hay neutralidad moral posible. Abstenerse de condenar a un torturador es convertirse en cómplice de la tortura y del asesinato de sus víctimas. El principio moral a adoptar en este tema es: "Juzga, y prepárate para ser juzgado"."  Ayn Rand

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