sábado, 20 de octubre de 2012

Racismo o Libertarianismo.




En un artículo anterior, Los Rostros del Libertarianismo, describí la crucial distancia que separa al Anti-Estatismo del Principio de No Agresión o el conocido iusnaturalismo. La conclusión general del artículo puede plantearse en la siguiente frase (siendo injusto frente el resto de su contenido): La no agresión o el respeto por los derechos “naturales” conllevan al anti-estatismo y el anarcocapitalismo, pero el anti-estatismo y el anarcocapitalismo no conllevan a la aplicación de derechos “naturales”. Esto significa que una sociedad sin Estado puede presentar varios rostros. 

Ahora, siguiendo la misma línea de pensamiento, nos queda plantearnos la pregunta de ¿qué rostros de la sociedad son más aptos para la libertad, qué parámetros morales sirven de apoyo al libertarianismo? ¿Qué tipo de sociedad podría sobrevivir a flote sin parir un Estado o frenar parcialmente su crecimiento? Habrá cientos de consideraciones morales que pudieran ser incluidas en este análisis, desde términos de pobreza hasta creencias religiosas. Negar que existe un rango de parámetros morales aptos para sostener la libertad por un tiempo prolongado es cegarse frente a las raíces culturales de la política, de las leyes y de la acción de las masas. 



No quiero ser tajante en este sentido, no creo que hay solamente una moral que encaja con la libertad, escribo “rango parámetros morales” porque creo que la libertad puede germinar en distintas condiciones. Sin embargo, no me cabe duda que la sociedad libre ideal, la sociedad capaz de sostener la libertad en el tiempo y albergar una tierra infértil para el crecimiento del Estado es una sociedad libre de racismo. 

¿Es útil conocer el funcionamiento de la economía para no defender ridiculeces en el campo de la ética? Sin duda lo es. Un ejemplo de la ignorancia económica infectando la ética es la clásica frase “los ricos necesitan de la existencia de pobres para ser ricos”, una simple clase de economía en la que se ilustre cómo la producción de riqueza no se asemeja a un pastel (en el que los ricos se comen la mayor parte y dejan las sobras) sino a un proceso en que la riqueza justamente se produce, evitaría este tipo de creencias. Ahora, ¿no podría decirse lo mismo de la ignorancia o indiferencia por el campo de la política?

El racismo puede tener sus raíces en la cultura de una sociedad, sus expresiones se pueden dar en el día a día de las escuelas, colegios, universidades y oficinas; en los parques y en los bares. La raza oprimida siente la segregación incrustada hasta en el lenguaje. El racismo no necesita del Estado para sobrevivir, de cierto modo éste permite su institucionalización y su radicalización; pero en teoría podrían existir sociedades sin Estado con una buena dosis de racismo. La libertad llega equivocadamente hasta la sólida línea de la propiedad privada, aunque es correcto que llegue hasta ese punto en cuanto a legalidad se refiere, debe avanzar más en el campo de la moral y eliminar la opresión y segregación racial. 

La fórmula es simple, ya se ha escrito bastante sobre el tema. Los grupos sociales oprimidos, en este caso la raza oprimida, regresan a ver al Estado como escape y solución a su problema. El Estado, por su parte, encuentra en la opresión racial un nicho de acción y una justificación para existir. Por cuestiones culturales o de barómetro socialdemócrata-fascista, el Estado puede apoyarse en la corriente “discriminación positiva-programas educacionales”; en la corriente de “opresión institucionalizada-control fronterizo” o en una mezcla de las dos. Aquí lo que importa no es la acción estatal en sí, sino la metamorfosis del Estado en un símbolo de “justicia social” o de “protección xenofóbica”. En una época en la cual flota en el aire la culpa por colonialismos pasados y la igualdad como ideal, lo común es encontrar al Estado encarnando la inconmensurable “justicia social”. Mientras existan grupos raciales oprimidos, el Estado estará asociado con ese rol. El racismo permite al Estado tomar una posición dominante en una sociedad, e ideológicamente hablando, favorecería la aparición de un Estado en una sociedad temporalmente libre. 

Entonces, regresando a lo que le corresponde a la filosofía, ¿Es la ética Rothbardiana de propiedad privada la línea en la cual el libertarianismo debe detenerse y darse por saciado? Quizás Rothbard no opinaba esto, pero se me ocurre que éste ha sido el resultado. Suele pasar que la corriente libertaria “mainstream” hoy en día señala como suficiente la defensa de la propiedad privada, y hasta ahí llega el debate. La superficialidad de éste tipo de juicios puede ilustrarse con la clásica defensa del derecho de admisión en una sociedad libre: En una sociedad libre cada uno tiene el derecho a admitir en su propiedad a el tipo de persona que desee, la discriminación racial es amparada completamente por el derecho natural del dueño sobre su local. ¿Hasta ahí llega el análisis? El debate suele reducirse a cuestiones de si se debe o no se debe anunciar las restricciones de admisión en la entrada del lugar, o a si el libre mercado empujaría hacia la no discriminación. Y así continúan las conversaciones libertarias incapaces de penetrar más allá de la de la defensa de los derechos de propiedad. 

Pero, al igual que sin conocimientos de economía se puede defender ridiculeces éticas, el no atender a consideraciones políticas ha llevado a muchos libertarios a no escudriñar lo suficiente las consecuencias del racismo. Como ya expliqué arriba, tal vez no con la profundidad que amerita el tema, el racismo es profundamente anti-libertario por fertilizar el crecimiento del Estado. En verdad, la moral libertaria debe condenar el racismo por cuestiones de lógica, cualquier defensa de “derechos de admisión” o de xenofobia privada son alucinaciones iusnaturalistas (1) y no merecen ser etiquetadas como una propuesta ética acabada. Dirán que la legalidad es lo que compete a los derechos de propiedad y que claro que los derechos naturales no son toda la ética, pero, de nuevo, ¿si no son toda la ética, cuál de los rostros del libertarianismo es menos libertario? El racismo sin duda es profundamente incompatible con el libertarianismo, aunque el Principio de No Agresión lo pueda albergar. 



1. Invito a los lectores a leer otro artículo sobre este tema.


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